Despedida a una mujer extraordinaria

Una persona alegre es un bálsamo para los demás. Así era Marichu. La madrugada del domingo nos dejaba una persona extraordinaria que sabía cómo sonreír a la vida. Dice una amiga que la conocía de siempre que donde estaba ella, no había tristeza. Y es que las personas que se interesan por los demás, hacen amigos allá donde van.

Todos recuerdan el alma de la cocina de Marichu: los Carajitos del Profesor, las exquisitas paellas para las fiestas, la delicadeza y el olor de su perdiz al horno… Marichu era elegancia en la cocina y fuera de ella. Tener elegancia no significa destacarse, sino ser inolvidable para los que la han conocido.

Marichu era pura música. La música es el arte más directo: entra por el oído y va directo al corazón. Llevaba el acordeón allá donde iba y llevaba su voz. Cuando otros venían adonde ella estaba, tocaba el piano. La vida es como la música y Marichu sabía cómo marcar su propio compás sin dejar a nadie indiferente.

Amaba la naturaleza y amaba Somiedo y nuestras playas. Allí pasó muchos días rodeada de los suyos. Quien ama la naturaleza, encuentra belleza en todas partes y Marichu era bella, por dentro y por fuera.

Marichu: sabías cómo sonreír a la vida y la vida también te devolvió esa sonrisa. Seguiremos cumpliendo sueños y tú estarás en algún sitio, asintiendo.

Descansa.