Deliciosos encargos

¿Es tu cumpleaños y quieres celebrarlo con tus compañeros? ¿Acabas de tener un hijo y quieres anunciarlo de la manera más dulce entre tus amigos? ¿Vas a invitar a tomar café en tu casa este fin de semana a algún compañero y quieres impresionarlo?

Para todo tipo de eventos, puedes encargarnos nuestras bandejas de dulces artesanales. Pastas, palmeritas, bollitos rellenos de crema… ¡Qué manera más deliciosa de endulzar un momento estupendo! Si además añades unos Carajitos del profesor de Salas, los de siempre, añadirás a tu evento tradición y un toque muy asturiano. Te esperamos en Salas, en la Avenida de Galicia 21 (Asturias). ¡Feliz jueves a todos! Ya no queda nada para el fin de semana 😉

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Un dominicanito en el Café del Profesor

A finales de los años 50 irrumpió en la vida de Marichu su sobrino Angel José, tendría unos 8 años cuando sus padres se fueron de viaje por toda España y lo dejaron en el café a cargo de su tía. Angel se había criado en Santo Domingo y traía una ropa muy peculiar: los vaqueros, la gente lo miraba por la calle. Este pequeño era todo un personaje: travieso, curioso, inteligente, con respuesta para todo y con un físico a lo Richard Widmark. Marichu lo llevaba a las romerías porque ¡ay¡ si no lo llevaba, entonces el pequeño Angel estaba de morros toda la semana.

Un día entró Chichi, Chichi era el jefe de los municipales, llevaba un vistoso uniforme que para sí lo quisiera Vittorio de Sica, y cantaba zarzuela de maravilla, en la enciclopedia asturiana hay una reseña al gran Eutiquio Menéndez- Chichi; Chichi acostumbraba a acompañarse al piano mientras cantaba, sí, era todo un artista, y Angel que vio aquel señor alto y de imponente uniforme se sentó en un resquicio del piano, y empezó a cantar en inglés o algo parecido, porque tenía mucho desparpajo; Chichi encantado de la vida viendo a aquel pequeño cantando canciones del oeste ni corto ni perezoso se puso a acompañarlo al piano, y allí en unos minutos se vivió un momento único y pintoresco, ambos personajes compenetradísimos, felices cantando a viva voz mientras los tertulianos les jaleaban encantados con la escena, única e irrepetible como tantas otras vividas en el café.

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